Mariana Fadon: Ensayo para habitar una ausencia

Mariana Fadon, vecina lujanense, es una de los treinta y seis expositores del Salón Provincial de Artes Visuales Florencio Molina Campos. El certamen se consolida como el máximo reconocimiento de la disciplina en la provincia.

 

El Salón Provincial de Artes Visuales Florencio Molina Campos, organizado por el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, seleccionó la obra de treinta y seis artistas que participan de su edición 2025. Una de ellos es Mariana Fadon. Su obra se titula «Como visualizar la ausencia».

Surge a comienzos de 2024, a raíz del fallecimiento del padre. La elección de trabajar con un diario se gestó debido a la significativa presencia que este objeto tenía en el día a día de aquel. «Recordar, tejer y reflexionar sobre la imagen del diario que mi padre solía leer en su rutina matutina implica revivir sus acciones al desplegar, leer, dar vuelta la página, pronunciar algún titular en voz alta, y finalmente cerrar el periódico a la mitad», explica Fadon.

El disparador del proyecto es el tejido. «La utilización de esta técnica se convierte en un recurso que me permite desarrollar mi obra de manera coherente con mis indagaciones, vinculadas a un flujo temporal, continuo y pausado», añade.

Su trabajo transita el mundo del tejido y la escritura. Le interesa escribir sin escribir, ocultarse en el lenguaje, lo minúsculo y el hacer que pone en valor el momento presente como un continuo, casi perpetuo, un tiempo ralentizado.

Su proceso creativo está integrado a su vida doméstica. Utiliza soportes cercanos: grafito, regla, galletitas, papel. La grilla es un tutor, con amplio campo de posibilidades. Los ensayos son la prueba insistente de lo inacabado, la falla, lo incierto. Moldes y patrones de revistas para bordados están en el origen de su trabajo. La trama y la repetición del punto, estructuras básicas que se repiten una y otra vez e incitan a develar la palabra que anida en la imagen. (Ver «Ensayo para habitar una casa»).

 

Ahora bien, dependiendo de la consistencia del hilo y del punto, un tejido puede sostener un edificio. Sin embargo, una de las propiedades del tejido es la permeabilidad, abrirse, la capacidad de contenerlo todo, o nada, o la luz, o el aire. La combinación dinámica de esos elementos. Equilibrio. Desequilibrio. Ying. Yang. La materialidad del tejido puede encerrar ausencias.

Tejer remite a un gesto creativo vital. Los segundos de una historia aparecen en los nudos del hilo, que surgen del contraste con lo vacío.

El tejido se puede destejer, se puede plegar y trasladar; puede acompañar. De este modo adquiere el aroma del mundo de quien teje, incluso condensa partículas de ese universo, como el polvo de una estrella que se apaga.

El acto de la tejeduría. Esta supone un tejedor que permanezca continuamente en relación con su obra, la cual depende de aquel y está continuamente obrada por él. Lazo umbilical, filial.

Tejer siempre es una promesa. Ariadna que salva a Teseo, o Penélope, desandando sus propios gestos en la espera. Es decir, si hay promesa, hay espera, y en los intervalos, la ansiedad, que asimismo es hacedora de su propia narración, que puede convertirse en un chaleco de fuerza o en una gargantilla demasiado ajustada.

El tejido oculta, vela. Suaviza como mantilla de llorona o como mortaja. Abriga. Puede ser red, y las redes pueden ser muchas cosas asimismo, una de ellas, dibujo.

El dibujo puede ser un tejido, pero, sobre todo, el tejido puede ser un dibujo, una trama cosmogónica, mandala, fijación de ritmos universales, inhalación, exhalación, espasmos, suspiros, silencios. El hombre está tejido de alientos. El tejido también es juego, tablero de juego, un mapa por el que avanzan tropas o mapamundi, el campo de acción de las fuerzas cósmicas. Guerra y microcosmos.

El plano de un metro cuadrado, limitado a sus cuatro orientes. Y en un metro cuadrado cabe la libertad. La araña elige su exacta posición en el tejido creado con su propia sustancia, una extracción de sí misma; un medio, hilo metabolizado en pasaje de la tierra al cielo y viceversa.

La araña, con su polvorienta tela actual, simboliza el menoscabo del ser que quiso igualarse a los dioses: es el demiurgo castigado, Prometeo con el fuego que le quema las manos.

Epifanía lunar, dedicada al hilado y a la tejeduría, artesana de la tela del mundo, la araña es dueña del destino; lo teje y lo conoce. La araña es una forma del alma, escapada del cuerpo durante el sueño. Matar la araña es arriesgarse a provocar la muerte del cuerpo dormido.

Esto explica su función adivinadora: la tela detenta los secretos del pasado y del porvenir. O khipu, es decir, forma de escritura incaica consistente en cuerdas anudadas, información ancestral de gestas épicas, contaduría y profecías.

Por un lado, el tejido también se caracteriza por la flexibilidad, la aptitud precisa para remover la resaca de todo lo sufrido, empozada, dactilografiada. Por el otro, los cuerpos hiperlaxos tienen una desventaja: pueden carecer de la rigidez en ocasiones necesaria para sostenerse en pie. Fragilidad.

Todo esto y más. De este modo, el dibujo se convierte en un modo de entretejer para ocupar el espacio vacío. Todo esto y más, (des)aparecido en la obra de Fadon.

 

Por, Matías Lemo. Investigador, estudiante y profe universitario y popular. Militante de los Derechos Humanos.
Nota publicada en LadranSanchoweb
Luján, prov. de Buenos Aires, Diciembre 2025

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